
Mi primera reacción fue de alegre sorpresa, ¡que idea tan genial! La segunda fue de mayor alegría cuando me di cuenta de que tenía regalo de navidad para mi padre. Con toda esa felicidad en el cuerpo bajé ayer a la tienda de Hermés, para ver, tocar y sentir la prenda, y para asustarme un poco con el precio. El susto fue de 160 euros, y la alegría se desvaneció, no ya por el precio, sino por el producto en si.
Según mis fuetes, la corbata viene de un pañuelo que llevaban anudado al cuello las tropas croatas en tiempos del pequeño Napoleón, así que Hermés tan solo ha vuelto a los orígenes, algo bastante loable en mi opinión, pero en este viaje se han olvidado de mejorar el producto. La brillante corbata-pañuelo no es más que otro pañuelo más, de seda extra-fina y con los extremos deshilachados. Punto. Demasiado ligera para ser una buena corbata, y demasiado estrecha para ser un verdadero foulard. Es una verdadera lástima que se quede a medio camino de todo y que le tenga que buscar a mi padre otro regalo para navidad.

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